viernes, 5 de agosto de 2011

Hasta siempre

Hace poco perdí la cuenta, pero siempre llevé los días contados. Unos doscientos. Un poco mas, seguramente. Pero decidí cortar con esa linealidad. Prefiero contar otro tipo de cosas. No sé, tal vez anécdotas, risas, rencores y días de verano.

Cuantas cosas hacemos mal. Pero cuantas nos hacen bien.
En vísperas de la primavera, un amor me dejó sentado, muy solo, en la vereda. Con las valijas en la puerta. Y como buen perdedor, decidí escribir… Cantidades ilimitadas de palabras que a cada segundo cambian de color y de significado, haciendo que los versos sean mas duros, pero lindos.

¿Cómo resumo media década de amor?

No es tan fácil. Siempre intenté dar pasos sin pasarme del marco que me indica hacia a donde llegar. Pero cada tanto, es bueno comenzar por el final. Recordar rápidamente ese trago amargo, para luego dejarlo ir, y que tan sólo sea mi refugio, para esos días en que necesitamos llorar.
En este último texto, digo último porque necesito una renovación, procuraré soñar un poco, e inventar un último adiós, que dure para siempre. Un simple “chau” con un “jamás”, que nadie sabe si será tan certero como algunos queremos. Porque olvidar cuesta, pero despedirse un poco más.

La puerta de tu casa estaba abierta. Pero antes me topé con tu perro en el jardín. Un par de caricias calmaron su ansiedad, y la mía también. Tu tío, que nunca fue pintor, adornaba y reparaba las paredes de tu casa, justo ese día, en el que el tren me dejó a unas cinco largas cuadras para ganarle a los nervios y visitarte por primera vez. Esa tarde, incluso, podía ser la gran ocasión en que tu familia me acepte o me destituya de tu corazón sin grandes fundamentos.
Perfumada, divina y sonriente me esperaste, y un tímido “permiso” bastó para que me dejes acceder a tu casa, a tu vida y a tu alma.
¿Por qué tenemos que comportarnos tan extraños cuando nos gusta una persona?
Esos primeros diez segundos en tu cuarto fueron eternos. Para recordar, o para revivir. Ese fue el momento justo en el que no sabía que decirte y no nos quedó otra opción que mirarnos, reírnos y volvernos a mirar. Desinteresándonos completamente de los misterios de la vida. Porque sólo importabas vos, importaba yo.
Fue un día maravilloso, de esos que nadie se quiere perder. Y yo estuve allí. Descubriendo que ambos nos amaríamos para toda la vida. Sabiendo que casarnos era cuestión de algunos años y que nuestras vacaciones juntos no tardarían en llegar. Fotos, besos, pasiones, poesías y abrazos se proyectaban por el techo, como si todo fuera un film norteamericano.
No estábamos tan equivocados. El amor nos creó auténticas ilusiones que fueron luego, herramientas indispensables para construir victorias, encuentros y días de felicidad.
Pero jamás nos percatamos que eso divino y perfecto tenía fecha de finalización. Inexplicable para la razón humana. Exorbitante para nosotros, los enamorados.
Y ahí, en esa misma pieza, donde nos conocimos, nos amamos, y me permitiste ser tu hombre, me dijiste que ya no me querías. Que jamás me olvidarías, pero que tu corazón era otro. Ese primer encuentro, que fue el último, me hizo ver la realidad, y entendí que la vida es una constante de sorpresas y futuros desarmados. Pero es una perfecta ficción, para soñar y volverse a animar. Que nos entrega un mapa en blanco, para que las calles sin nombres puedan ser recorridas sin precauciones, con algunos lujos y otras cuestiones.
Allí, en tu cuarto, donde tu familia me había dado el sí, vos me empujaste, hacia un nuevo mapa. Pese al llanto, tu perro seguía moviendo la cola, y vos, ya no tan perfumada y de carita triste, me abrazaste con un “hasta siempre”. Y decidí no guardarme el sentimiento, y me fui, avisando que iba a extrañar mucho, pero mucho, dormir con vos.

Ya no hay tiempo para reflexiones. No hay películas para abrazarte. Pero hay días soleados, amigos locos y gente rebelde que acompaña nuestras desventuras.

¿Qué puedo decir? Los enamorados no nos quejamos. Agradecemos conocer tal sentimiento. Pero el reloj me marca que no es hora de cursilerías, y que extrañarte y recordarte no ayuda en lo más mínimo.
Que bueno que el viento me llevó para otro lado. Realmente tenía muchas ganas de conocer nuevas vidas, risas verdaderas y otros textos. Tal vez para apreciarme como persona y entender mi vida.
Sin hacer trampas, no intentaré adelantar el tiempo y romper viejas cartas.

Me sentaré, entre mates y cervezas, a cambiar mi mundo. Y aunque las palabras de mis textos intenten decir otra cosa, hoy te daré esa sonrisa, para que no pienses que estoy solo.

Goodbye my lover - James Blunt



Goodbye my lover, goodbye my friend.
You have been the one, You have been the one for me.