Una menos cuarto. Noche de lluvia, cortes de
luz y fuertes vientos. Ideal para escribir, y luego revolcarse por la cama, con
el ventilador prendido a modo de ofrenda y despedida del verano. El escritor
inconcluso, a quien aún no he revelado su identidad, se conforma con unos mates
y diarios online. Ya no se acuerda de ella, sino de sus broncas, desencuentros
y mujeres pasajeras. Algunas vacaciones y otras noches de alcohol son su fuente
de inspiración. Escribe:
De tanto joder, con la mezquina idea de
quererme, llegué a pensar y a confirmar que un descargo intelectual ante tu
persona, sería la mejor manera de cerrar la historia más triste del mundo, para
tirar papeles picados de cuadernos de secundaria a la calle. Reír con mis
amigos y pasar la tarde entre nubes, escondidas y otras chicas fue mi mejor
idea.
Tener el “as” en la manga, no significa ser el
pibe más lindo, dulce y conquistador, sino dejarte pensando hasta el último
momento que decisión tomar… Y al pasar los meses, incluso años, dudar en
secreto si el yerno de mamá es el indicado.
Que te enoje como escribo, y que los textos no
tengan tus dedicatorias, son las razones claras que indican que me pude
despegar, de esa sinfonía errónea, que ni los mejores músicos y graduados en la
materia podrían interpretar. Entender es una sola vez, y vos ya no bailás mi
música.
Parece un simple enojo, pero no es más que
poesía, quizás con otro estilo, pero con el mismo cuerpo. Exactamente el mismo
que el de esa muchacha, que sin conocerme tanto, se preocupa más por mí. Y me
acaricia, como si fuéramos los de siempre, los de antes, los que no somos.
Para que quede claro, ni tus amores, ni los
míos se parecen, aunque suenen iguales. Y aunque no sepa cuando pasó, ya no te
quiero.
El escritor inconcluso se levanta, se sacude la
camisa y toma el último sorbo de mate, haciendo ruido. Se percata que el
televisor estuvo encendido durante la última hora, y quizás esa fue la razón de
la dificultad para escribir. Seguramente fue un día difícil, pero lleno de ideas,
que en definitiva, son los puntos de incentivo que llevamos cada semana. Apaga la
tele, y se sienta nuevamente apoyando su frente en el cuaderno. Al fin y al
cabo, pudo terminar de volcar sus ideas locas en aquella hoja:
El cielo se ilumina con relámpagos, emulando a
las mejores películas, y me pongo a pensar en las veces que lloré
innecesariamente, queriendo entender algo muy simple y claro. Yo siempre fui el
responsable de entregar todo por alguien que se refugió mientras en la noche
llovía, y se apartó cuando salió el sol.
Que triste me pondría en tu lugar, al saber que
tanto amor, se lo llevará otra. Esa que sin preguntar y sin cuestionar,
entenderá todo, con un simple gesto, incluso en las noches de tormenta.