miércoles, 18 de abril de 2012

Noches de tormenta


Una menos cuarto. Noche de lluvia, cortes de luz y fuertes vientos. Ideal para escribir, y luego revolcarse por la cama, con el ventilador prendido a modo de ofrenda y despedida del verano. El escritor inconcluso, a quien aún no he revelado su identidad, se conforma con unos mates y diarios online. Ya no se acuerda de ella, sino de sus broncas, desencuentros y mujeres pasajeras. Algunas vacaciones y otras noches de alcohol son su fuente de inspiración. Escribe:

De tanto joder, con la mezquina idea de quererme, llegué a pensar y a confirmar que un descargo intelectual ante tu persona, sería la mejor manera de cerrar la historia más triste del mundo, para tirar papeles picados de cuadernos de secundaria a la calle. Reír con mis amigos y pasar la tarde entre nubes, escondidas y otras chicas fue mi mejor idea.
Tener el “as” en la manga, no significa ser el pibe más lindo, dulce y conquistador, sino dejarte pensando hasta el último momento que decisión tomar… Y al pasar los meses, incluso años, dudar en secreto si el yerno de mamá es el indicado.
Que te enoje como escribo, y que los textos no tengan tus dedicatorias, son las razones claras que indican que me pude despegar, de esa sinfonía errónea, que ni los mejores músicos y graduados en la materia podrían interpretar. Entender es una sola vez, y vos ya no bailás mi música.
Parece un simple enojo, pero no es más que poesía, quizás con otro estilo, pero con el mismo cuerpo. Exactamente el mismo que el de esa muchacha, que sin conocerme tanto, se preocupa más por mí. Y me acaricia, como si fuéramos los de siempre, los de antes, los que no somos.
Para que quede claro, ni tus amores, ni los míos se parecen, aunque suenen iguales. Y aunque no sepa cuando pasó, ya no te quiero.

El escritor inconcluso se levanta, se sacude la camisa y toma el último sorbo de mate, haciendo ruido. Se percata que el televisor estuvo encendido durante la última hora, y quizás esa fue la razón de la dificultad para escribir. Seguramente fue un día difícil, pero lleno de ideas, que en definitiva, son los puntos de incentivo que llevamos cada semana. Apaga la tele, y se sienta nuevamente apoyando su frente en el cuaderno. Al fin y al cabo, pudo terminar de volcar sus ideas locas en aquella hoja:

El cielo se ilumina con relámpagos, emulando a las mejores películas, y me pongo a pensar en las veces que lloré innecesariamente, queriendo entender algo muy simple y claro. Yo siempre fui el responsable de entregar todo por alguien que se refugió mientras en la noche llovía, y se apartó cuando salió el sol.
Que triste me pondría en tu lugar, al saber que tanto amor, se lo llevará otra. Esa que sin preguntar y sin cuestionar, entenderá todo, con un simple gesto, incluso en las noches de tormenta.


martes, 10 de abril de 2012

Viajes sin mochilas


Y de nuevo pasa eso que se llama desentendimiento. Las ganas de renunciar a la causa y llorar sin propósitos son anomalías claves de la soledad. Desfragmentar la mente cuando todo es lineal puede obligarnos a esperar el fracaso.
Hasta que nos suceden esas cosas que nos enseñan y explican a fondo las injusticias amorosas. El escritor inconcluso las llama “viajes sin mochilas”.

No quedan pasajes. La temporada explota y el calor nos inquieta. La necesidad de desaparecer en pedazos nos lleva a tomar partido de forma apresurada. Y esa personita con la que caminamos infinidades de veces de la mano, ya se buscó otra vida. Solos, emprendemos el viaje, sin mochila pero con algunas monedas y otros encantos. Llevamos nuestro libro de cabecera, y procuramos llamar a la vieja en cada parada, seguramente con un alto grado de preocupación, disfrazado de esperanzas.
De cada pueblo robamos ideas, enseñanzas y emociones. Llegamos al mar, cómplice de nuestros recuerdos, con algunas notas y otras pocas monedas. Los kilómetros se transforman en minutos, los paisajes en días, y los besos… sólo son besos.
La soledad en cada viaje recuerda a ella en bikini y con frío, esquivando las olas, haciéndome pensar en su forma de abrazar y en la suavidad de sus manos. Pero en cada viaje sin mochilas, aunque con una colección de sabidurías del mundo moderno, nos llevamos las primeras sonrisas, los mejores cruces de miradas jamás vistos y una estantería cargada de sueños a corto plazo, colores, canciones y lápices. Y aunque entendamos que el amor es una puja de fantasías despiertas que se comen y destrozan nuestros sueños, el amor también es sabor, un poquito de música y libretos inciertos.
Y si jugamos a los novios un ratito, y dejamos las mochilas para otro cuento, nos podremos llenar de carcajadas y comenzar un nuevo viaje. Sin rencores y colmado de amores.


miércoles, 4 de abril de 2012

Delirio Nocturno


Nadie habla de lo que todos saben. Pero, ¿realmente todos saben de lo que no se habla? Uno calla, y deja eso en secreto, hasta que un desubicado, sin vergüenza o simplemente sincero, saca a la luz aquello prohibido. Luego, todos, respiran felices y lo expanden queriéndose adelantar al periódico de mañana. Pero, ¿que sucede, si eso secreto, guardado entre sábanas y polvo, es doloroso para algunos? ¿Qué tal si aquel protagonista es un tanto vergonzoso y por no sentirse pecador, no lo emplea como chisme y lo mantiene en privado? No somos seres respetuosos. Por eso buscamos respuestas y soluciones todo el tiempo. Queremos saber más allá, pese a no terminar de entender nuestras vidas. Creemos que nuestro secreto es nulo si lo comparamos con el ajeno. No actuamos con valentía, y los inconvenientes de afuera reparan nuestros errores.
¿Que tal si aquello que guardamos, nos salva para siempre o nos hunde hasta el destierro? Y cuando ese secreto sale a la calle, ya no es tan fuerte, ni tan alegre y ofende a los demás. Quizás no debería haber sido jamás contado.
Seguro, aquella bella vecina del barrio, sabrá toda la verdad y aquel, que no supo guardar ese secreto, no despertará contento ni exaltado a la mañana siguiente, porque entenderá que no tiene nada más que guardar. Porque el amor, no es amor, si se escapa de nuestras entrañas. No es amor, si no se sueña y si no se espera.