miércoles, 9 de mayo de 2012

Sueños sin horarios


Dos y cuarto de la madrugada marcaban ambos relojes, pero el “tic tac” sonaba distinto en cada uno. Un sonido extraño sobresalía de uno de ellos, como si una fuerza perceptible estuviese anticipando algún cambio.
Abriste los ojos y revolviste entre las sábanas. Me despertaste un tanto agitada y preocupada. Yo sin entender mucho, te abracé y te calmaste. Sonreíste con los ojos achinados y me diste la espalda, con un claro intento de búsqueda de cariño.
La noche se hizo larga. Nuestros relojes, seguían haciendo mucho ruido, y ya no podía dormir. Tenía la sensación de que uno de ellos estaría agotando la pila y por eso el desfasaje. Tres y cuarto para el mío, tres y once decía el tuyo.
El viento hacía mover la cortina y cada ruido parecía la excusa ideal para mantenerme despierto y expectante. Vos seguías durmiendo, divina como siempre.
Las vueltas sobre el colchón se tornaban insoportables. Ya no me sentía cómodo, no te quería ver así.
Las horas seguían pasando, y entre ideas locas y tu respiración acompañando, cerré los ojos. Cuando los volví a abrir, el sol ya pegaba en mi cara. Me levanté y fui hacia el baño. Nada hacía sentirme bien.
Nueve en punto marcaba mi reloj. Ella seguía durmiendo como si nada hubiera pasado. Las agujas del suyo se habían frenado un poco después de las cinco, y en ese momento empecé a entender un poco más.
Solemos armar nuestros sueños en base a las cosas que nos suceden durante el día. A eso le adicionamos las preocupaciones, las presiones y el amor. Descartamos lo fresco y lo bueno de la vida, y nos enfocamos en lo inquietante, en eso que deseamos que nunca nos pase, aunque propongamos alguna solución.
Dos y cuarto de la madrugada marcaba mi reloj cuando desperté. Al cabo de unos minutos, ya tenía escrito todas estas líneas. Tuve tiempo de recordarte, de escucharte respirar y hasta de hacerte un mimo en el cuello. Pero inconscientemente llegué a entender que los relojes que venían dando vuelta en mi cabeza eran claramente un recordatorio, de que vivimos en distinta sintonía. Pude lograr al fin, no retenerte más en mis sueños y reírme de tus fotos. Y aunque cuando pienso en vos, no me atrae nadie más, no llevaré ni cronómetros ni relojes a las citas. Podré ser el más rebelde, e incluso me lleve el enojo de algunas señoritas, pero no viviré con la presión de escuchar el “tic tac” que llevás siempre en la muñeca. Así conviviré con mi tiempo y con mis estados, para estipular la vida a mi manera.
Dos y cuarto. Volví a despertar. Ya no se escuchan sonidos y las cortinas no se mueven. Casi no te recuerdo. El reloj sigue su curso sin detenerse. De esa forma practicaré para mirar hacia adelante y cortar con lo esquemático. Ya no miraré las agujas ni las horas. Mañana abriré los ojos, cuando el sol me avise, y tu recuerdo se perderá en un nuevo sueño, sin horarios.