Besos forzados, mimos que no llegan. Vos y tu
carita, un mundo aparte. Imposible de entender y no querer. Caricias cotidianas
monopólicas, pero ante la espera no hay respuesta. Y así, se va haciendo cada
vez más difícil. Remar y remar en contra de esa corriente de agua salada, nada
dulce.
Críticas, pedidos, consejos. Todos llegan
enfrente de nosotros con una ventaja, con las revistas de turno del saber, con
los “dejala”, “viví la vida”, “pensá en vos”, pero nadie se puede parar en el
medio de esos días ciegos y descolocantes en los que tomar una decisión es
saber que es para siempre.
Solemos ser fuertes hasta que el viento nos
encierra en la casa, y el pronóstico recomienda no salir. Después, cada diálogo
es una guerra sin cuidados, es sentirse poco querido. Es pensar en que estás
buscando todos mis defectos durante cada segundo que pasa, y así, lo tierno, la
lógica, lo inocente, se va perdiendo.
Un alma llena de ilusiones se pone fuerte a
partir del primer “te amo” porque no espera jamás lo que puede llegar a venir.
Pero el tiempo nos regala experiencia, está claro.
Y de tanto volver a buscarte, termino regalando
pinceladas de buenos momentos por no atreverme a conocer nuevas tardes, nuevos
enojos, nuevas carcajadas.
En esas cosas que sólo suceden en la vida, te
encuentro en la parada, te agarro de la mano y salimos corriendo. Tardes a
escondidas, para que tu vieja no nos vea y tu tío no sepa que andamos juntos.
Nos recorremos los negocios, el almacén de la esquina, los chocolates… y las gotas
en la frente, para frenar y matarnos a besos en el paredón de a la vuelta.
Dejé de pensar en esos besos forzados, en esa
loca manía de saber que no sos para mi, y me di el espacio de saber valorar esas
“no siestas” llenas de adrenalina.
Me bajo del tren y camino largas cuadras para
no pagar el colectivo, y pensar en todo lo lindo que te voy a decir, en cómo
actuar y saber disfrutar. Nos volvemos a encontrar, siendo chicos, recién
comenzando, para quedarnos en esa plaza para siempre. Hasta saber que cuando
sea de noche, las estrellas iluminarán cada espacio de la ciudad, y desde la
ventana me pienses.
Pero de esa parte te olvidaste.
Dale, no seas tonta. Viví, date un momento más.
Antes de lanzar con una flecha filosa esa crítica, apretame la mano y escapemos
a esas tardes a escondidas.