miércoles, 23 de octubre de 2013

Llorabas por él


Pido permiso en tu casa, me escondo entre el living y tu habitación. Flores en mano derecha, perfume en el cuello y flequillo levantado con gel. La ambiciosa alegría derramando lindos momentos en los días de calor.
Allí te encuentro. Mi sonrisa se perdió en el momento en que te vi llorando. Y la sorpresa de la flor, los chocolates en el bolsillo, el beso en tu frente, fue una frustrante idea que me dejó sin ganas de nada.
Llorabas por él nuevamente. Amabas las cosas que te hacían mal y yo luchaba por un amor al que nunca pertenecí. Pensé que podía ser distinto y que no necesitabas olvidar para volver a querer, pero ante eso, nada pude hacer. La bronca de llevarme una ilusión cada vez que me subía al auto y miraba tus ojos, me destruía por dentro.
Me detengo. Las escenas no iban encajando en mi vida. Ni los barquitos a orillas del mar, ni sentirme solo, ni volviendo a viejos amores... Las ganas de escribir me fueron llevando a encontrar destinos alternativos a los que siempre quise llegar. Empecé a entender que no tener miedo a fracasar era un nuevo empuje a intentarlo todo.
La llegada de algunas situaciones distintas y extrañas, me hicieron ver las cosas de otra forma. Me amigué con las sonrisas, las charlas, el café, el horrible sabor del té, la pilcha nueva, los abrazos, las indirectas y los mensajes.
Para todo aparecía una nueva musa que me dejaba con las manos mojadas del vértigo que conlleva el querer. Ante aquella encrucijada, me propongo enfocarme y no dejarla ir. Lo dudo, pero me dirijo a esos ojos nuevos, brillosos, sinceros… Recolecto sensaciones: cada tanto me lleno los labios diciendo que no te voy a mentir. Que te quiero, que te espero. Que cada cosa que comparto con vos es perfecta. Me lleno los labios contándote que nunca te voy a dejar de querer, que te voy a cuidar y que no quiero escuchar sobre tu pasado; y lo hago.
Seguías ahí llorando. Terrible. Volví al momento. Todas esas experiencias e ideas se me pasaron por la mente cual Déjà vu. Fuerte, decidí tomar una de las decisiones más difíciles. Tiré las flores, los chocolates y entré a su habitación. Mientras sus manos borraban lágrimas, le di un beso en la frente con una intensidad que jamás había pensado. Le dije que la quería, que la amaba, y que me perdonara. Yo ya no quería verla sufrir por otro, y ser parte de algo que no merecía ser. La flor en el suelo fue la imagen más triste.
Ambos entendimos el mismo dolor, pero lo guardamos en silencio. Mientras la flor se marchitaba, vos llorabas por él.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Q emocionante Leo! Me re gusto! Me gusta q compartas tus textos mas seguido...
Yami

Reny dijo...

una vez, geniaaal Lean!!! beso