jueves, 21 de octubre de 2010

El escritor inconcluso

El escritor se sienta delante de su computadora y decide escribir. Utiliza cada palabra con la mayor precisión posible. Toma un café, lo disfruta. Abre un libro, recorre una historia. Lo cierra. Pone música y siente. Cierra los ojos por unos segundos, y transporta su mente a otro sitio. Un sitio llamado recuerdos.
La música se detiene. Abre los ojos y vuelve a su más íntimo lugar. Se siente aliviado. Se detiene por un momento. Revisa su celular y encuentra el inicio de una nueva historia que él mismo fue anotando como recordatorio durante la semana. Son solo palabras, pensamientos y sentimientos.
El escritor apaga su celular. Se sorprende de cómo pasa el tiempo. Mira el reloj, que nunca se detiene. Se enoja (un poco). Decide sacarle las pilas porque el ruido de la aguja le molesta. Pero sigue funcionando. En ese momento se da cuenta, que nada ni nadie lo puede detener. Entonces comienza a escribir:

Como aquel día que sonreímos juntos. Como ese quiero ser. Lo se, mis chistes eran muy malos, pero vos te reías. ¿Será porque me amabas? Claro que si. Cómo dudar.
Nuestras vacaciones. Jamás las olvidaré. En especial las últimas. Las montañas nos rodeaban, el sol pegaba con fuerza, el aire era puro, la noche tierna. Nada soltaba nuestras manos. Caminábamos de día, recorriendo negocios, comprando pavadas, almorzando por ahí. De noche también salíamos. Le tenías miedo a los sapos. Me daba ternura, y muchas ganas de abrazarte. Paseamos en barco, nos sacamos fotos, y charlamos… largo y tendido. Todo hacía presuponer que seríamos pareja para toda la vida. En ese viaje casi lo confirmo.
Si regresara al mes de febrero sabiendo que siete meses después me dejarías libre, todo hubiese sido distinto. Por suerte no lo sabía, y te pude disfrutar, sin miedos.
Pero no solamente es eso. Mes a mes guardábamos algunos pesos para algún día poder viajar a Brasil. Qué lindo hubiese sido, ¿no?
Todo parecía muy perfecto. Los momentos en los que uno está de novio, vive cada segundo como si fuese el último. Es la esencia. Planear cosas era lo más maravilloso que había. Casi un ritual. Hasta seguramente lo previo era más intenso que el objetivo. De eso se tratan las cosas.
Pero hay más, no te aflijas.
Recuerdo aquella noche, en la que te llamé para avisarte que la luna llena brillaba como nunca: -Amor, salí al patio, mirá el cielo. ¿Ves como brilla la luna? Es para vos.
¡Que romántico! No fui yo quien creó la luna, ni tampoco quien la puso en ese lugar. Pero tuve esa genial idea, de que ambos, aunque no estemos juntos, miremos el cielo, la luna y las estrellas y seamos uno, por un momento.
Y todavía hay más… Pero lo guardo para otra noche.
Te invito a tomar un café, sentarte a mi lado y charlar. Estoy seguro que me darías un abrazo. Porque el amor es así de simple. Y complejo…
¿Cómo se fue todo de las manos? Lo mucho es poco, lo dulce es amargo y las palabras chocan, con total vehemencia.
La perspectiva cambia y las imágenes se tornan de otro color. Como una foto.
Los recuerdos se esconden detrás del escritorio y se pierden en la niebla de la noche por algunos días. Luego vuelven y duermen con migo.
Y los sentimientos se vuelcan indirectamente en éstas líneas. Para que decirlo…

El escritor concluye sin remate. Seguramente el final de las líneas se encuentren en la última página de su libro, o tan solo se las guarde en un sobre, el cual ubicaría en una cajita roja guardada en el lugar donde conserva sus cosas más importantes. También podemos pensar que no le importan los remates y que lo inconcluso es su terapia.
El escritor guarda su texto, toma el último sorbo de café (se ve azucar en el fondo de la taza), y apaga su computadora.
Se dirige hacia el reloj. Le devuelve sus pilas. Le da cuerda.
Prende su celular y configura la alarma que lo ayudará mañana a despertarse. Lo apoya en la mesa, toma las llaves de la casa, el abrigo y algunas monedas.
Se saca el traje de escritor, abre la puerta y sale a la calle, perdiéndose entre la multitud.
El escritor inconcluso vuelve a ser un simple mortal. Vuelve a la vida.
No concluye sus historias porque a cada segundo empieza una nueva. Y no hay tiempo, porque el reloj sigue corriendo.





4 comentarios:

Gisella dijo...

"Hasta seguramente lo previo era más intenso que el objetivo. De eso se tratan las cosas."

Amar la trma mas que el desenlaze diría un cantautor uruguayo.
Me gusto mucho che! Te leo.

Anónimo dijo...

las historias inconclusas siempre dejan al azar el final, quizas para que cada uno imagine el descenlase, tal vez porque el escritor es paco creativo o no desea que la historia concluya. muy bueno, me gusto tu blog y voy a pasear mas seguido por aca.
Aranela

Cronista Clandestino dijo...

Buen Texto. Buena música.... gran personaje el escritor, escriba de lo que sea; siempre con el corazón involucrado en algún porcentaje. Café: elemento indispensable para escribir.

noelia dijo...

Muy bueno, la verdad sin palabras te felicito!!
Y segui asi, que vas muy bien
Beso grande