domingo, 4 de marzo de 2012

Una tarde aprendí


Jamás intenté dejar de quererte. Aún sigo mirando esas fotos pegadas en el cuaderno. Seguro a todos nos pasó alguna vez. El significado del primer amor no tiene descripción, al menos para este mundo, o para esta vida. No se compara ni con los primeros noviazgos ni con los últimos. No guarda relación con el trayecto de nuestras vidas ni con las decisiones tomadas. Aferrarse tanto a eso, nos reprime el alma, y cuando quedamos solos, no tenemos herramientas como para volver a empezar. Por eso, las primeras salidas, las noches y el verano, huelen a gris oscuro. Prevén la tormenta, que quizás dure un mes, o un año. Sentirse solo, es aprender de uno mismo. Somos cobardes si sufrimos con aquello sin sentido. Por eso alguien tiene que elegir, decidir y llorar lo suficiente para cerrar un párrafo en la vida. Punto y aparte.
En ese nuevo panorama nos encontramos desmoralizados, con el perfil por el suelo y con tierra tapándonos. Luego creemos que un reemplazo urgente sería la medicina más precisa, pronosticada por los expertos. Pero aquí nadie es experto, porque como siempre digo, cada vida es un mundo.
Entonces llega con nosotros la desesperación y la angustia. Es cuando probamos ese trago prohibido, nos disfrazamos de ilusos y tiramos basura en nuestros pies. Ya no somos nosotros mismos. Y creemos, que escribiendo un libro, solucionaremos nuestras vidas, nos capacitaremos para emprender un nuevo derroche de sabiduría y nos imaginaremos felices.
Pero no es ético mentirse a uno mismo. Cada figura en nuestro rompecabezas es irremplazable. Nos ahogamos en una pileta vacía, le pegamos a las paredes y odiamos en secreto. Quizás, hasta somos un poco envidiosos.
Pero tal vez, si dejamos lo material para otro día, encendemos las velas de la esperanza y nos mojamos la cabeza con agua bendita, conoceremos la solución a nuestras desdichas.
No. Lo acabo de intentar y tampoco funciona de esa manera. Es que durante todo este tiempo pensé que me conocía, pero pequé por ingenuo. Nunca me di tiempo a mi mismo. Siempre di vuelta la página sin leer el final. Creí que esas líneas floreaban el resto del texto y las ignoré sin piedad. Fue un gran error que cometí.
Pensé que mi mundo era igual al del resto, pero ¿cómo saber si ellos lo tienen cuando yo no conozco el mío? 
Fui injusto, pero predicador de un sueño perdido. La culpé a ella sin entender mi psicosis. Pero acá estoy, dándote una nueva oportunidad. No por vos, sino por mí. Para quedarme tranquilo de que yo acepté mis errores y que hoy puedo reconstruir mi vida.
No estoy inspirado, pero entre cigarrillos y mates volví a creer en mí, pese a que hasta hoy a la mañana me sentía frustrado. Me daré una nueva chance, e intentaré conocerme. Quizás me lleve un tiempo, más de lo que creo. Pero no me importa el tiempo si vivo al límite cada momento. Y si no aceptás venir conmigo, la puerta está abierta, y el ascensor esperando. No me sujetes de la mano, que mi destino es tu partida.
Me quedaré debajo de ese árbol, riendo hasta el atardecer. Mi vista nublada podrá borrarte para siempre, y las culpas quedarán en el capítulo dos, que por suerte ya he leído. Hasta la próxima vida amor. Te despediré con una mueca y me acostaré sobre el pasto. Y cuando sienta que la espalda me pique, será el primer síntoma para entender, que esta vez estaré conmigo mismo. Amando, soñando y creyendo.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Que lindo Leo! lleno de frases q dicen muchas verdades!
Impecable!
Yami

Anónimo dijo...

Excelente... No todos podemos expresar con frases tan ciertas y a la vez conmovedoras, lo que sentimos. Gracias, me encanta que lo compartas. te quiero. Cande